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Un viaje disparatado

Como siempre, salíamos de los talleres de la facultad y nos encontrábamos las seis en el bar de la esquina a tomar café. Esperábamos que me pasaran a buscar, cuando la licenciada Hidalgo propuso ir un fin de semana a descansar. El lugar elegido fue Colonia. Decidimos pedir presupuesto en la calle Córdoba. Lo que llueve en un año,  lo hizo en un sólo día, era sábado. Por supuesto estaba cerrada la casa de viajes.


Decidimos volver el día martes y estábamos las cinco: Patricia, Marta, Ester, Ema y yo. Antes de que nos atendiera la vendedora, ya aparecieron discrepancias por el lugar, por los precios y, por supuesto, por la mala atención. Las dejamos a un lado y nos fuimos a tomar

un café.


El miércoles (a todo esto yo vivo en La Reja) me llamó Ema y dijo: "Conseguimos un viaje a Cataratas en oferta, quiénes vamos?" por lo que contesté: "Patri no puede, Ester, vos, Marta y yo". Miré la hora: 14hs. Le mandé mi tarjeta y Ema me comentó que trataban de llamar a Marta y no contestaba, claro que estaba en gimnasia. Dos horas después me volvió a llamar Ema diciendo que no consiguió comunicarse con Marta finalmente,  y que la vendedora se tenía que ir a las 17 hs. Entonces la situación quedó así: nuestra amiga no iba.


A las 18 hs me volvieron a llamar para decirme que Ester no tenía tarjeta y que tuvo que ir a buscar efectivo a su casa. Ahí se me da por preguntar: "¿quiénes vamos, nosotras tres?" Ahí me dicen "¡No! Va Marta también. Conseguimos para viajar el 14  de diciembre (miércoles, hasta el sábado a las 20 hs).


Llegó el día. Pasaron otros pormenores que no voy a contar porque no tiene sentido. Salíamos a las 11:45 hs y llegábamos cerca de las 14 hs. Mis hijos me llevaron a Aeroparque, por supuesto, fui la primera en llegar. Desayuné con ellos y al rato vi que apareció Ema, atrás, muy detrás vinieron Ester y Marta, que viajaron en el mismo taxi. Nos quedamos un

rato y digo: "Preparen los documentos que ya vamos a subir" Todavía estaban ahí mis hijos.


Marta empezó a buscar el documento, por supuesto sacó todo y no lo encontraba. Nosotras subimos, pasamos todo por aduana y nos quedamos esperando que nos llamaran para el

vuelo. Tomamos y comimos algo y así, a lo lejos, vemos a Marta saludando con el brazo en alto y con una sonrisa muy feliz. Otro día les cuento los pormenores del documento, que lo tenía adentro de la cartera.


Subimos y llegamos en silencio a Cataratas, como reflexionando. La camioneta que

nos llevó al hotel estaba a nombre de ella, justamente. Apenas arrancó,  el acompañante del chofer nos ofreció una cena show, en la que nos interesamos. La compramos, lo que si, no recuerdo es si era para esa noche o para el viernes. Tenía a Marta atrás quejándose todo el viaje.


Llegamos al hotel, no estaba mal. Nos lo vendieron por tres estrellas, aunque tenía el aspecto de una hostería: las habitaciones daban a un patio lleno de plantas, que estaban bajo una galería. La habitación tenía cuatro camas, un baño, un ropero viejo y un aire acondicionado. Me tocó la cama cerca del baño, pero me daba el aire , así que se lo cambie a Ester y ella "chocha" por el calor.


Ester desplegó la artillería que llevaba en una valija más chica que las nuestras y un bolsito de mano se ocupó todo el ropero, tenía ropa para cambiarse cada tres horas. Comimos algo y salimos a caminar, Marta empezó a quejarse del hotel y de cuando viajó a México decía que los hoteles no eran todos iguales, nosotras la escuchábamos en silencio. Si se acostaba se quejaba, su tema preferido era el hotel.


Sacamos entradas para recorrer los tres ríos y ya los quejidos habían pasado a ser insoportables. Le dije "ya no tenemos retorno, es lo único que conseguimos por el precio así que por favor, silencio". Teníamos la cena programada para esa noche, la pasamos bárbaro. Otro día Marta y Ester se fueron a comprar a Paraguay (Ciudad del Este) y Ema y yo nos fuimos al freeshop en colectivo. Cuando volvimos no fuimos a comer por un bajísimo precio. Con Ema teníamos la costumbre de ir a tomar una lágrima a una panadería artesanal que la atendía su dueña, quien nos contó que fue de visita y se quedó para siempre.


Otro día, no recuerdo si fue viernes o sábado, decidimos ir a caminar. Cuando salimos, estaba una señora que vendía ropa (más barata que en Paraguay) y nos dijo que las tres fronteras quedaban a cinco cuadras. Allí siempre hubo negocios de ropa y artesanías para comprar a mitad de precio. Empezamos a caminar, no eran cinco cuadras, no se cuantas pero no llegábamos nunca. Cuando llegamos estaban las tres banderas, una plaza y 4 o 5 negocios que vendían prácticamente lo mismo (no ropa) y comenzamos a recorrerlos aunque yo no daba más. Ester y Ema están acostumbradas a caminar y hacer ejercicios. Cuando volvimos, a mi me faltaba el aire, las piernas no me respondían y dije: "si ustedes quieren volver caminando, no cuenten conmigo, yo vuelvo en colectivo".


Tardamos 10 minutos en llegar. Bien, volviendo a las cataratas: nos tocaba la parte Argentina el jueves. Compramos en el hotel unos sánguches y nos vinieron a buscar temprano. Llegamos y caminamos hacia la primera estación, a ver la Garganta del Diablo. Hice la segunda estación y allí me quedé con Marta, mientras las demás se fueron a la tercera.


Dicen que no hay dos sin tres. Espero la próxima vez  conocer la tercera estación, empezado por esa misma, ya que cuando conocí las cataratas tampoco llegué a verla. El sábado recorrimos el lugar y nos fuimos al aeropuerto a tomar el avión de regreso a Aeroparque. Nos estaban esperando mi hija y Martín, mi yerno.


No volví a ver las chicas hasta los primeros días de marzo, que salimos a comer. Bueno, esa es otra historia. De Marta  recibí un mensaje para las fiestas deseándome feliz año nuevo, y me felicitó por la familia que tengo. No fue a comer con nosotras. Con Ester y Ema nos comunicamos siempre, es más, estamos esperando que pase la pandemia para salir de viaje a algún otro lado. Extrañamos el bar, las lágrimas y las media lunas. ¡El próximo viaje se los cuento!



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